jueves, 19 de febrero de 2015

Gestando el cambio en un vientre llamado Escuela




Él cambia, ella cambia, ellos/as cambian, ¿por qué tú (joven maestro/a) y yo (vetusta escuela) no cambiamos? ¿Dónde se produce el cambio en el profesor/a o en el centro?, comprometida cuestión de difícil respuesta, no obstante, para mí el cambio es un latido que despierta con un tintineo, conjunto o individual, es un sentimiento que exige ganas de transformar y mejorar algo, es la búsqueda de un ideal, es el trayecto a la lejana y movilizadora utopía.

  Tal y como se ha dicho anteriormente, hablar de cambio en educación es harto complicado pero; ¿a qué se hace referencia cuando se alude al cambio?, ¿interesa que se produzca sea cual sea su naturaleza? En este sentido, cabe poner de relieve que en estas líneas, se tratará el cambio vinculado a la mejora. Asimismo, se hace interesante subrayar que la mejora, al menos desde el postulado con el que concomitan las ideas de quien da voz, cuerpo y contenido a estas palabras, ha de ser promovida y sentida pluralmente, es un hecho que no se puede mejorar si los centros como organizaciones no cambian, pero tampoco si los profesores/as no mejoran, revisan e interaccionan introspectivamente con el ejercicio de su profesión.
De forma individual, los avances de un profesor o profesora resultan insuficientes, si un/a docente mejora y su compañero/a no, es complicado que el cambio avance, pues si algo contribuye a la mejor es la coherencia, sin ésta será difícil ponerse de acuerdo, concretar y consensuar qué es el cambio, qué relación guarda éste con la práctica y cuál es el rumbo a seguir.

El cambio, no se produce en un sencillo e involuntario pestañeo, ni de un día para otro. Debe ser gestado, cuidado, deseado, planificado, etc. Para que el cambio tenga repercusión perdure y se disemine, debe ser promovido por más de un agente cuyas armas y estrategias le ayuden a librar la dura batalla de hacer frente a las creencias, ya que éste exige una visión flexible, curiosa y reflexiva abierta a modificaciones. No es incorporar una herramienta y que todo siga igual, no es adoptar un modelo impuesto, el cambio exige creérselo, tener en cuenta cuándo, cómo, para qué, dónde, con quién o quienes… ¿La labor y funciones de una madre acaban en el parto? Indefectiblemente no, en ese momento la entrañable y estrecha relación de la madre con el nasciturus cambia, y se reajusta debido a que las necesidades del bebé así lo exigen, ¿puede darle lo que necesita su hijo y criarlo sola?, claro que sí, pero; ¿será más fácil, cómodo, reconfortante, llevadero, etc. hacerlo en compañía? SÍ, tal y como recoge ese proverbio africano que afirma que “hace falta toda una tribu para educar a un niño”, se concluyen este documento afirmando que el cambio debe ser a nivel institucional, emulando el proverbio antes citado, me atrevo a decir que hace falta toda una escuela para que se produzca cambio organizacional, pero también resaltar que los grandes incendios se han iniciado con una simple, pequeña y crédulas cerillas.